Sensible, la última obra teatral de Juan Carlos Rubio, se encuentra inmersa en plena gira por nuestro país, y hace tan sólo un par de semanas tuvimos el privilegio de poder disfrutar de ella en el Teatro Góngora, en la –por ahora- única representación ofrecida en la provincia de Córdoba. En esta ocasión, el director cordobés nos presenta una adaptación muy personal de la obra epistolar de Constance de Salm, Vingt-quatre heures d’une femme sensible (“Veinticuatro horas en la vida de una mujer sensible”) consiguiendo que nos adentremos en la compleja psiqué de la autora del siglo XVIII durante su escasa hora y media de duración, que se torna en apenas un suspiro para el espectador.
Es difícil, a la hora de analizar Sensible, señalar cuál es el factor clave que consigue que la obra funcione de manera tan magistral. Y probablemente se deba precisamente a eso: absolutamente todos los elementos que forman parte de ella se han cuidado con extremo detalle, lo que, en su conjunción, desemboca en un resultado excepcional.
Sin lugar a dudas, la escenografía es uno de los aspectos que más llama nuestra atención nada más comenzar. La iluminación, tenue, resaltando las sombras más que las luces, se ve respaldada por una neblina que rápidamente nos transporta a un estado casi onírico, en el cual nos resulta más sencillo acceder a la mente de los protagonistas, sin que nada nos distraiga. Lo mismo ocurre con todos los elementos que encontramos en el escenario: con un diseño aparentemente sencillo, a medida que nos vamos adentrando en la obra comenzamos a descubrir una complejidad que sin lugar a dudas es fruto de un cuidado trabajo de diseño. Mención especial merece el elemento más llamativo de todos: la peana giratoria central que los actores manejan a su antojo y sobre la que se sitúa una base de dos piezas que, según el momento, se transforma para la mente del espectador, asemejando un lecho que a veces se convierte en una cama sobre la que se depositan los deseos más íntimos de la protagonista y, en ocasiones, se torna en una lápida reflejo de sus más oscuros temores. Sensible es más que teatro: es danza, es música, es poesía.
Por supuesto, estos elementos no podrían funcionar de no ser por los actores que consiguen darles vida. A lo largo de la obra sólo oímos tres voces: la de Álex Gadea –cuya voz está grabada- y la de los dos actores que vemos sobre el escenario, Kiti Mánver y Chevi Muraday. Hablar a estas alturas de las virtudes de Kiti Mánver es tarea vana si pretendemos descubrir algo nuevo: de sobra es conocido su talento, tanto en teatro como en televisión, y en esta ocasión la actriz antequerana vuelve a regalarnos una interpretación magistral, cargando sobre sus hombros la mayor parte del texto de la obra, en un ritmo frenético, casi vertiginoso, que refleja el torrente de pensamientos y contradicciones de la protagonista. Son ya varias las obras en las que Juan Carlos Rubio y Kiti Mánver han trabajado juntos, y su compenetración se aprecia a la legua. Resulta muy difícil imaginar a otra actriz encarnando este papel, que parece hecho a medida para ella. La experiencia de ver en vivo a una actriz de este calibre con una actuación tan descarnada como esta nos hace recordar por qué asistir al teatro puede ser una experiencia tan maravillosa.
Por otro lado, la obra no estaría completa de no ser por su acompañante sobre el escenario, un Chevi Muraday cuya expresividad resulta sorprendente. No en vano, su robusto aspecto físico contrasta enormemente con su fragilidad de movimientos, logrando que el espectador dude, en ocasiones, de si el actor logra vencer las reglas de la naturaleza y levitar frente a nuestros ojos.
Si tuviéramos que buscar algún detalle que ensombreciera la velada, podríamos señalar una ausencia: a pesar de que el director de la obra, originario de Montilla, suele asistir a todos los estrenos de sus obras en la provincia que le vio nacer, su apretada agenda le impidió estar presente en esta representación. Sin embargo, este detalle –excusado al final de la representación por una Kiti Mánver que, curiosamente, se mostró algo tímida y nerviosa al hablar directamente a un público al que se había ganado ya magistralmente con su trabajo- no desmereció en absoluto una velada inolvidable.
Como decía el propio Juan Carlos Rubio hace unas semanas en una entrevista para Radio Nacional de España, la obra funciona porque habla de sentimientos universales, con los que todo el mundo se puede sentir identificado. Sensible habla de amor, pero no del aspecto más romántico e idealizado, sino del amor llevado al límite, el que se torna en obsesión y angustia y que, lejos de convertirse en disfrute, sólo nos genera sufrimiento. Algo, en fin, que todo el mundo ha sentido alguna vez.
Sensible sigue de gira por nuestro país y no puedo menos que recomendar que, si tenéis la posibilidad, no os perdáis la oportunidad de verla. No os dejará indiferentes.